sábado, 25 de junio de 2011

No cuentan los años

A Vlanka (El Volcán 11-09-2010)

Somos lo que vivimos.

Nuestro espíritu muestra lo que somos.
No cuentan los años con números de acero.
Somos ecuación de vida, de presencias y ausencias,
de insondables tristezas, de frutos maduros.
Y en esta suma de hechos y deshechos,
hallamos vacíos repletos de tedio,
hallamos luchas de sangre y aliento.

Sí, cuentan los sueños que rozaron sus metas,
y los desengaños que nacieron de sueños.

Somos un amor anclado en el tiempo
que abrasó nuestras vísceras y nos fundió con su fuego.

Somos ideales de justicia y libertad.
De combate, corazón y revolución de pueblos.
Somos Benedetti, Martí, García Márquez,
y estamos llenos del Che, Sandino, Cienfuegos.

Somos lo que vivimos.

Cargamos mochilas que explotan de historia,
que nos soportan a mitad del camino.
Por eso pisamos seguros, firmes, confiados.
Vamos de frente y cruzamos los surcos
revoleando simientes, regando amistades,
abonando el alma de nuestros hijos.

Mamamos la vida, arrastramos soledades,
buscamos amores que nos complementen.
Amores reales, maduros y tiernos,
que enciendan volcanes por siglos dormidos.

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viernes, 24 de junio de 2011

Esperando el borrador de El vuelo del ranoraky

El vuelo del ranoraky
En su taller literario, Rubén me confirmó que este fin de semana termina la revisión de El vuelo del ranoraky. El lunes comenzaré las correcciones que me indique. Seguro me llevarán unos 15 días y luego daré por terminada la novela.
Mientras se cumplen estos plazos, preparo la campaña de difusión y marketing. Internet es una fuente que desborda de información y gracias a los predecesores en esto de la autoedición que dedican tiempo a contar sus experiencias en blogs, los nóveles podemos crear nuestro propio camino.

sábado, 11 de junio de 2011

Tictac



El hombre viene hacia mí. Su bastón abanica la vereda en un semicírculo imperfecto.
Tic… tic… tac… tic…
El chasquido de la punta metálica resuena en la noche como el eco de un radar. 
Desciendo a la calle para no estorbarlo. Siempre me ocurre lo mismo: si hay alguien cerca con un bastón tengo miedo de pateárselo sin querer. 
Tac… tic… 
De repente, detrás de una reja los colmillos de un furioso doberman nos ladran enloquecidos. 
«¡Ay, mierda!» 
Sigo caminando y subo a la vereda. Veo al hombre que continúa con su paso titubeante.
Tic… tac… 
«Algunos perros no sirven para lazarillos…»

© Sergio Cossa 2011