El pincel del atardecer apaga los brillos del jardín del palacio. El sapo sale del hueco bajo el árbol y se encamina hacia el pueblo. Baja de dos en dos los peldaños de las escalinatas; se escurre entre las piernas de los guardias; esquiva los mordiscos de un perro curioso; escapa a las garras de un búho; cruza la calle empedrada sorteando carros y caballos y entra a una casa por el agujero de la puerta raída. La joven que lo espera lo besa y el sapo se transforma en príncipe. Un desenfreno de licor y sexo los une hasta el amanecer, cuando el príncipe vuelve a ser sapo y regresa al escondite del jardín.
La joven observa en un espejo cómo su piel se arruga, su nariz se alarga y el cabello se transforma en greñas secas. Se dirige a la cocina para preparar el hechizo que renueva su lozanía. El que vertió en la copa del príncipe durará varias semanas.
Buena vuelta de tuerca, no me lo esperaba, esa es la verdad.
ResponderBorrarGracias por pasarte, Luisa :)
ResponderBorrar¡Abrazo!
al final nada es lo que parece...
ResponderBorrarCuántos príncipes terminan siendo sapos...
Borrar¡Saludos, Angela!
Me encanta comprobar que continúas con tu inspiración vivaz e inteligente.
ResponderBorrarTe diré que me gusta más el cuento tal y como tú lo planteas. Un sapo que supera todo tipo de peligros para llegar a encontrar su recompensa antes de convertirse en un bello príncipe, aunque solo dure un amanecer. ¿Y qué importa si los besos que ha saboreado y el cuerpo que acarició no eran tan lozanos en realidad? Incluso compartían, este nimio detalle, querer ser otros cuerpos. Pero la única verdad es que importa el aquí y el ahora y ese nadie ya se lo podrá arrebatar.
A pesar de comentar en esta última entrada, no he podido dejar de leer todas las que me he perdido en este tiempo y cada una de ellas me han parecido tan bella como siempre.Un saludo.
Ely, gracias por tus palabras :)
BorrarLos sueños de los amantes son el camino. El aquí y ahora, su combustible.
¡Saludos!
Sergio:
ResponderBorrarLos gualichos y otras yerbas vienen de antaño, quizás desde que la mujer del relato fuese joven de verdad.
Muy bien relatada la historia, con un final impensado.
Me pone a pensar cuántos simuladores van a la cama a diario...
Un gran abrazo.
Como dice Pedro abajo, "gualicho" debe ser mantenido en nuestro catálogo de términos que nos dan identidad.
BorrarGracias por pasar, Arturo.
Gran abrazo para vos :)
Disfruto mucho de los juegos de intertextualidad y de la reescritura de los clásicos, Sergio; y esta pieza me parece estupenda. A mí, como a Ángela, me parece que -cada vez más- vivimos en un mundo en el que nada es lo que parece.
ResponderBorrarComo anécdota, me he reído mucho recordando el término "gualicho" del comentario de Arturo. Más de veinte años lejos nos van robando el vocabulario.
Un abrazo,
Es la magia de los micros: poder reescribir cada cosa que hayamos leído. Sin vergüenza :))
Borrar¡Un gran abrazo, Pedro!
Como siempre dándole la vuelta a lo evidente y haciendo fluir la imaginación.
ResponderBorrar¿Habría un nuevo encuentro? Un placer leerte de nuevo!
Creo que esa bruja tendrá sujeto al príncipe-sapo por bastante tiempo :)
BorrarGracias por pasarte Rafaele :)
¡Abrazo!