Cuando los viajeros recorren la Ruta 66 a través del desierto de Mojave, son acompañados por cactus esqueléticos y por los tintineos filosos de las cascabel. El páramo los lastima con temperaturas superiores a cincuenta grados y la desolación suele ganar sus corazones. Pero una vez al año, flores incontables colman sus sentidos de aroma y color. Las depositan miles de pilotos, comandantes de vuelo y azafatas, quienes cada Día Internacional de la Aviación concurren a visitar a sus seres queridos al cementerio de aviones de Tucson.
Me encanta como describes en este micro. La descripción deja a un lado a la historia, haciéndose dueña y señora de todo.
ResponderBorrarHay veces que la historia es solo una excusa. Gracias por pasar, Adivín :)
ResponderBorrarNunca había oído hablar del cementerio de aviones, Sergio, pero viendo la foto, me creo que existe.
ResponderBorrarExista o no, tu micro me gusta por cómo lo cuentas.
Un abrazo.
Gracias, Pedro.
ResponderBorrarSí que existe, date una vueltita por google :)
¡Un abrazo!
acompañado de una perfecta redaccion el autor nos muestra de una manera entrañable su bella narracion...DR.CARLIN.
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