jueves, 12 de abril de 2012

El verdadero destino de las ratas




Llevaba meses escuchando los ruidos que subían desde el sótano de la casona que había heredado. Sonaban como rechinar de cadenas y carreras ligeras. Supuso que eran ratas que vivían entre los vetustos muebles y cacharros allí apiñados. Fumigó una y otra vez, pero los ecos sordos regresaban pronto, especialmente en la soledad y el silencio de la noche.
Decidido a descubrir qué habitaba bajo el piso del caserón, descendió por la escalera de madera y cerró la puerta, impregnándose del antiguo olor a mazmorra. A tientas, se sentó en una silla y esperó inmóvil. Sus pupilas dilataron hasta percibir siluetas de objetos y sus oídos ahondaron en búsqueda del mínimo rumor. Horas después, el frío húmedo prensaba sus huesos tanto como el hambre retorcía su estómago, pero no se permitió el más leve movimiento.
Casi vencido por el sueño, un deslizamiento de maderas lo sacudió. Entrevió un agujero en la pared y una melodía penetró en el lugar, junto a lo que parecía el avance de una horda silenciosa.
Algo crujió junto a su cabeza y al voltearse vio una rata inmensa sobre un peldaño de la escalera. La rata saltó a su hombro y se introdujo a través del cuello de su camisa hasta su espalda. Intentó una carrera desesperada, pero su cuerpo entumecido no respondió. Se desplomó sobre una alfombra de pelos negros y dientes aguzados. El horror de la muerte lo invadió, y mientras se cerraba el agujero, vislumbró el brillo metálico de una flauta.


© Sergio Cossa 2012

10 comentarios:

  1. Debo confesarte que una de mis mayores fobias son estos animales impronunciables. Tu relato ha sido tan perfecto que, por un momento, me he trasladado a ese sótano, he sentido la humedad y el frío en mis huesos, el ejército de siluetas peludas y la visión de los dientes aguzados me ha producido una terrorífica repulsión.
    Enhorabuena, aunque espero que tu próximo escrito, despierte en mi sensaciones más placenteras.
    Ahora que te he descubierto, a través de Soraya, prometo saludarte con frecuencia. Un fuerte saludo.

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  2. Agobiante al 100% Me gustó pero no sentí ningún placer.
    Un fuerte abrazo,
    P

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  3. Ely, seguro que si rebuscas en otros micros míos, encontrarás lecturas más agradables.
    Si en esta oportunidad te sentiste trasladada a ese sótano, entonces logré mi objetivo.
    Un saludo y gracias por pasar :)

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  4. Esa fue mi idea Pablo, un micro negro y pesado. Supongo que a nadie le causará placer leerlo :)
    ¡Otro abrazo para vos!

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  5. Cuestiones del viejo flautista malvado.
    El relato está muy bueno, parece encuadrado en el mundo de Poe o de Horacio Quiroga.

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  6. Hay un poco de "El tonel de amontillado" ahí. Y sí, una vuelta de tuerca a la historia del flautista.
    Me alegra que te haya gustado.
    Un abrazo, Arturo.

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  7. Un micro redondo, Sergio, negro y redondo como el reflejo de un pozo.

    Destaca porque el lector intuye que el autor ha conseguido lo que buscaba, ponerle los pelos de punta y hacerle jurar que no volverá a bajar a un sótano en su vida.

    Me crié en un caserón de finales del S XIX, cerca del Parque Rodó de Montevideo. Teníamos un sótano tal como el de este relato. Viivimo allí veinte años, tantos como duró la guerra contra esos bichos.

    Un abrazo,

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  8. Pedro, qué bueno que haya logrado eso, porque fue lo que quise representar.
    Esos caserones antiguos tienen tanta vida acumulada, que dan para mil historias.
    ¡Un abrazo!

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  9. Paso tarde pero me alegro de haberlo hecho porque el tono entre clásico y fantástico de este relato me parece un gran logro, me ha gustado mucho. Logras que la tensión crezca hasta el final, y que la imagen de la liberación del pobre individuo sea un símbolo de la literatura tradicional me parece todo un acierto, aunque la imagen de la rata devorando al individuo resulte muy espeluznante...
    Abrazos

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  10. Gracias por pasar y por el comentario, Susana. Este micro es uno de los más oscuros que escribí y esa fue la intención. Dentro de la serie que pienso publicar, sin duda que habrá de todo.
    ¡Saludos!

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