Despierta con la cara tallada por la madera del mesón. Junto a su mano sangra el vaso de vino barato y de la vela apenas resiste un hilo de humo. La claridad le duele: entra por la ventana y por los agujeros de las chapas. Igual que el frío. Nota la soledad de la casilla y el camastro vacío.
Sus párpados despegan desparejos, embotados por la resaca del vodka y de la cocaína. La pantalla de plasma ilumina el dormitorio. Inútil. Manotea el control remoto y baja la calefacción central. Gira la cabeza. A su lado, las sábanas intactas.
–Volverá –dice cada uno mientras se incorpora–. Solo fue una cachetada.
© Sergio Cossa 2012
Hacia allí voy.
ResponderBorrarUn abrazo,
Gracias, Pedro, por llegarte y comentar. Me alegra que te haya gustado.
Borrar¡Un abrazo!
Sergio, buen micro y de nuevo te felicito por la publicación.
ResponderBorrarUn abrazo.
Nicolás, de nuevo, gracias por llegarte.
BorrarUn abrazo.
Sergio:
ResponderBorrarMaravilloso microrrelato. Sin dudas el título está muy bien puesto.
Recomiendo que lo vayan a leer.
Un abrazo.
Hay personas que son más parecidas de lo que aparentan. Casi idénticas, diría.
Borrar¡Abrazo, Arturo!
Lo dicho allí, no me ha gustado, problema mio, seguro.
ResponderBorrarTal vez también sea problema mio, Ximens :)
Borrar¡Abrazo!
Muy lindo relato...las cachetadas duelen en todo nivel social,abrazo
ResponderBorrarY la dignidad debería ser igual.
ResponderBorrarAbrazo, Adri.