Pasó su vida en busca de la perfección, desde los primeros dibujos escolares, los cuales debían armonizar entre líneas y colores. Durante sus estudios jamás aceptó como válida una nota que no fuera excelente y, gracias a esa capacidad consumada, se convirtió en un profesional intachable. Sus empleados padecieron su furor por la excelsitud y terminaron en la calle ante el mínimo desliz. Éxito y fama llegaron como lógico resultado, como así también la completa soledad: las mujeres que intentaron acercársele mostraron demasiados puntos débiles y difusos que atentaron contra su existencia impecable.
En la senectud decidió que el mundo merecía aprender lo que era una vida de perfección y pasó los últimos años escribiendo sus memorias, pero nunca estuvo conforme con los textos que narraba.
Su libro fue publicado post mortem, con el título de “El manual del idiota perfecto”. Fue un best seller.
© Sergio Cossa 2012
Sergio, qué pena. En dos líneas una vida de perfección... Tu ironía suena a realidad angustiosa (me gusta).
ResponderBorrar¡la perfección insatisface!
Una buena moraleja para recapacitar, junto al éxito post mortem.
A partir de tu relato no hay excusa...
¿Quién va a ser, a partir de ahora, un idiota perfecto?
Saludos, Sergio.
Es que la idiotez también era "perfecta" para no escaparse del manual. El club de los perfectos está lleno de infelices. Excelente! Saludos van!
ResponderBorrarDestacable la ironía crítica de este micro, Sergio.
ResponderBorrarGran trabajo.
Un abrazo,
Petra, sin duda que el texto exagera un poco... pero que los hay, los hay :)
ResponderBorrar¡Un saludo y gracias por leerme!
¿Quedará algo para disfrutar, si necesitamos alcanzar siempre la perfección?
ResponderBorrar¡Saludos para vos también, Sandra!
¡Hola, Pedro!
ResponderBorrar¡Gracias y abrazo!
Sergio:
ResponderBorrar¡Excelente!
Parecido a Sheldon, el personaje de la serie The Big Bang Theory. Un insufrible.
Sin llegar a tanto, he visto más de un fanático de similares características.
Un abrazo.
The Big Bang Theory me mata :)
Borrar¡Abrazo, Arturo!
Sergio, perseguir la perfección es objetivo loable, aunque obsesionarse con ello es el mayor de los errores. Ya de fabrica nacemos imperfectos y pretender que todos nuestros actos sean impolutos es utopía.
ResponderBorrarMe gustó ese final irónico que resume una vida que bien rozó la idiotez.
Un abrazo.
Es cierto, Nicolás. Soy uno de los que buscan hacer las cosas lo mejor posible, pero hay tantos que se van al extremo y terminan quedando como idiotas...
ResponderBorrar¡Un abrazo!
Hola a tod@s, dejo aquí una nota para invitaros a participar en la selección de los mejores blogs especializados en el género del microrrelato. Las votaciones se llevarán a cabo en mi blog hasta el próximo 20 de junio 2012. Y los resultados se publicarán el 21, Día Internacional del Microrrelato.
ResponderBorrarUn cordial saludo,
PABLO GONZ
Ya pasé por allí.
BorrarInvito a los amigos a que se den una vuelta por el blog de Pablo y dejen sus opiniones.
¡Saludos!
QUE BUEN TEXTO, DEFINIR LA IDIOTEZ COMO UN ANTI- VALOR. Y LO MEJOR QUE AL SER UN BEST SELLER MUCHA GENTE PUEDE APRENDER LA LECCIÓN.
ResponderBorrarABRAZOS.
VLANKA.
Tenía mucho para enseñar el hombre. Y muchos para aprender a no ser perfectos idiotas.
BorrarUn beso, Vlanka.
Como Arturo, mientras leía tu micro, no he podido evitar relacionar al personaje con Sheldon de Big Bang Theory. Me río tanto con el personaje.....
ResponderBorrarIntentar ser perfecto es rozar la mayor de las incongruencias, rozando el esperpento de Valle Inclán.
Un saludo Sergio y como siempre, un relato precioso.
Gracias, Ely. Y gracias por el dato, no leí nada de Valle Inclán y creo que será una buena idea conseguirme algunos de sus textos.
Borrar¡Saludos!
A veces la perfección lleva a la desesperación.
ResponderBorrarExcelente micro Sergio.
Un saludo!
Buscar la felicidad solo a través de la perfección. ¡Qué infeliz!
Borrar¡Saludos, Pilar! Gracias por pasarte.
a los ojos de un perfeccionista nada es perfecto, y después ataca el desconsuelo.
ResponderBorrar¡dios! con lo hermosa que es la imperfección.
fijaos que redundante resulto...
Será como una adicción: ante la falta de la perfección, solo queda el desconsuelo.
Borrar¡Abrazo, Ángela!