El gusano llega entre soplidos metálicos. Múltiples bocas se abren a lo largo de su cuerpo. El vómito de miles de personas choca y se mezcla con otros que pugnamos por ser digeridos. Nos instalamos dentro de su vientre de vidrio y acero. Apretados. Aislados. Sisea en su arranque rutinario y se arrastra por el túnel. Siempre subterráneo y oscuro. No más que la mayoría de nosotros.
Estamos pasando por la picadora? somos una nueva generaciòn de androides? o volvemos a un vientre para volver a nacer? y esta vez lo haremos mejor. Lo haremos mejor?
ResponderBorrarVlanka.
Vlanka, estará en nosotros despegar y hacerlo mejor. Quien sabe.
BorrarUn beso.
Sergio, una buena metáfora de la sociedad en la que vivimos, aunque a veces es posible ver la luz por nosotros mismos.
ResponderBorrarBien relatado este relato de ciencia-ficción real.
Abrazos.
A veces es terrible cuando vemos a la realidad como ciencia ficción... o viceversa.
BorrarAbrazo, Nicolás.
Me gusta la rapidez y precisión con que trazas el ambiente, siempre.
ResponderBorrarAbrazos
Es que mi placa de video cerebral crea las imágenes a una velocidad robótica, luego las proceso en CPU cuádruple y ya está :))
BorrarUn abrazo, Susana. Gracias por pasarte.
Ciencia ficción de terror o hiperrealismo?
ResponderBorrarComo sea, mal pronóstico porque el único futuro que los seres humanos tenemos en nuestras manos es el ahora...
Un placer leerte, Sergio
Ojalá pudiéramos transformar nuestro ahora para siempre...
Borrar¡Saludos, Patricia!
Así me siento yo cuando tomo el tren. Resopla y nos engulle. Luego dentro parecemos borregos callados, todos a su destino, apretados y en silencio.
ResponderBorrarSi, es un reflejo de la sociedad.Más aún desde que todos vamos cabeza abajo mirando nuestros mensajes, en nuestro mundo particular.
En los trenes de Buenos Aires ni se te ocurra ir cabeza abajo mirando mensajes. Te robarán hasta las palabras :(
BorrarPero es cierto, lo peor de estar aislados es, además, estar rodeados de gente.
¡Un saludo, Ángela!
Sergio:
ResponderBorrarYa desde pequeño adoraba viajar en los vetustos coches de la Línea A de subterráneos. siempre me parecieron máquinas fantásticas, en especial cuando junto a mi hermano nos asomábamos a la ventanilla frontal del primer vagón.
Los trenes más modernos son -en cambio- horribles. Se asemejan a las cintas transportadoras de una gran fábrica de producción masiva.
En este caso, la materia prima es la gente.
Un gran abrazo.
Yo al subte lo conocí de grande :) La línea A me fascinó, más que un viaje en tren, era un viaje al 1900.
BorrarUn abrazo, Arturo.
Una pintura urbana de cualquier día en una gran ciudad, supongo, donde tanta gente se hacina y sin embargo está sola
ResponderBorrarAbrazo
Así es, Horacio. Embutidos y embotados, cada día.
Borrar¡Un abrazo!
No me gustaría vivir en un mundo de miradas inexpresivas, aunque tan solo observando nuestro alrededor, en cualquier gran ciudad del mundo, encontramos escenas muy parecidas a las que describes. Por eso, cuando pierdo la perspectiva, me camuflo en la orilla de algún río o en el amanecer de un mar azul.
ResponderBorrarSaludos y espero no tardar tanto tiempo en pasar por tu blog.
Siempre serás bienvenida, ely.
BorrarGracias por pasarte, antes de regresar a tu mar azul :)
¡Abrazo!