La huella dactilar aparece nítida sobre el cristal. Los hilos grises que la hacen única, contrastan con el vino rojo del interior de la copa. El detective pasea su vista por el cuarto y se detiene en el cuerpo ensangrentado sobre la cama. Luego regresa a la copa y a la huella, complacido. Sabe que esa imagen es más valiosa que el Monet auténtico que cuelga de la pared.
Parece que este asesino en cuestión no se ha dado prisa en escapar de la escena del crimen, por el contrario se ha tomado su tiempo en degustar un buen vino. Tampoco se ha preocupado en dejar su rastro, lo que indica poco cuidado por su parte, o desinterés en acabar con sus huesos canallescos en la trena.
ResponderBorrarsi, igual es más valiosa la huella para ese detective, seguro que le encanta su trabajo. Pocas lineas para una historia estupenda.
Gracias, Ángela. Hay vinos tan buenos que nos pierden :)
Borrar¡Saludos!
Sergio:
ResponderBorrarParece que al asesino, que lo planeó todo, lo perdió la bebida.
Siempre me lo han dicho: el alcohol hace mal.
Ahora, en serio. Mi padre era dactilóscopo y durante toda su vida luchó para que hubiese una ley nacional que creara la figura del perito dactilóscopo. Murió en 1990 sin ver su sueño cumplido. hoy no sé si la citada ley existe.
Tal legislación permitiría efectuar peritajes sobre huellas digitales para identificarlas de modo fehaciente, al igual que hace un perito calígrafo. Tal carencia le impidió poder trabajar para la Justicia, en calidad de técnico perito en los juicios criminales. Lo que representó la imposibilidad de ganar un dinero con su profesión. En alguna oportunidad hizo peritajes "no oficiales" sobre diversas cuestiones particulares, sin trascendencia judicial. Magra cosecha para quien entre 1949 y 1990 se dedicó de lleno a su profesión. Y que siempre tuvo una y a veces hasta dos fuentes de ingresos (o changas) adicionales al sueldo, para poder parar la olla, en un hogar con esposa y tres hijos.
Lo que veíamos en las series, respecto al rastro dactilar, aquí no existía a nivel profesional privado.
Un abrazo.
Arturo, este micro también es parte de mi vida. Hace varios años atrás trabajé junto a unos colegas en el desarrollo de un sistema AFIS, para el reconocimiento de huellas digitales. Incluso viajamos a USA para traer sensores y demás. Lo hicimos para que lo utilizara la policía. Fue un éxito técnico... y un fracaso comercial. Jamás pudimos vendérselo a nadie. El motivo: nunca tuvimos cuña política para entrar a esos niveles. Fue presentado en la Federal y en varias policías provinciales. Fue aplaudido y aceptado, pero todo pasaba por otros grandes actores. Entre medio estaba Ciccone (¿te suena?) y al final todo quedó en la nada.
BorrarPasó mucho tiempo hasta que el gobierno nacional lo implementó... y costó varios millones más que lo que nosotros hicimos. Todo normal.
Supongo que a tu padre le pasó lo mismo que a nosotros: hay negocios que son más importantes (para algunos) que las leyes.
Un abrazo.
Si algo deja claro este relato es que el valor de las cosas siempre es relativo. De ahí que la huella valga más que el Monet.
ResponderBorrarBuen trabajo, Sergio.
Un abrazo,
Muchas gracias, Pedro.
BorrarUn gran abrazo.
Un relato limpio, con pocas imágenes pero intensas y vivamente contrapuestas.
ResponderBorrarEnhorabuena
Gracias por esta devolución, Susana. Me alegra que te haya gustado.
Borrar¡Saludos!
El más insignificante detalle puede cambiar el rumbo de una vida, o de una muerte.
ResponderBorrarConsigues convertir las frases en historias audiovisuales.
Saludos, aunque tarde, estoy aquí de nuevo.
Es así, ely. Las huellas de nuestra mano a veces, más que predecir, pueden sentenciar nuestro futuro :)
BorrarUn gran saludo y siempre bienvenida.